martes, 9 de abril de 2013

Mi tía Sara, hermana de mi madre, algunos años mayor que mi madre, sus hijos ya grandes, y hace años que apenas y la visitaban o se dignaban en hacer una simple llamada, era una mujer anciana, y amarga, como los cigarrillos que se fumaba como si no hubiera mañana, pero a diferencia de estos ella no inculcaba ninguna calidez.
-Jose luis, quiero hablar con tu madre- me dice de tal modo que deja claro que no quiere perder tiempo con mis comentarios. -Está dormida, lleva todo el día en su cuarto- la verdad era que no sabía si estaba dormida o despierta, pero supuse que no querría ser molestada. A lo que ella responde con otro tosido desgarrador, por lo que insinúo: -Tía, deberías dejar ya el cigarro- primero otro tosido, pero no tan enfermo como los anteriores y después responde: -No seas hipócrita, ¿tu fumas como chimenea y te preocupas por mí?- en eso tenía razón, ella había fumado demasiado por mucho tiempo, pero yo siempre le gane en cantidad, y ella los sabe porque bajo su cuidado fue cuando le encontré amor al sabor amargo y seco del tabaco, parecía llenarme de vida el humo en la boca, aunque en realidad sea todo lo contrario. -Por lo menos no sueno como alguien que esta muriendo por ellos- ella se mantiene callado por un corto momento -Cuando despierte tu madre dile que me llame, y que si lo necesita puede venir a quedarse conmigo un tiempo- a lo que yo solo respondí un fastidiado -Claro-.
Entro a la cocina y veo a mi madre sentada a la mesa, esta muy callada. -Hablo la tía Sara- sin mirarme me dice: -Si, escuche, ¿Qué quería?- -Solo quería que te dijera que podías quedarte con ella unos días si lo necesitas- ella se queda mirando la tabla de la mesa y extiende su brazo izquierdo hacia mí -Ten, tráeme una botella- yo sabía que se refería a escoces, muchas mujeres prefieren bebidas suave y con sabor agradable, pero ella era más hombre que muchos de los que hay en este mundo, así que tomo el billete que me ofrecía y salgo de la casa por ella; la verdad es que no querría que ella se embriagara ahora mismo, pero para la situación se me hizo más prudente el no negarle algo.
Son las ocho de la noche cuando vuelvo, ella ya había empezado su destrucción con una botella de alcohol barato que alguno de sus novios habrá dejado hace tiempo, y como hijo solidario, empiezo a beber con ella.
Ya serian las diez de la noche tal vez y ella seguía tomando, yo por mi trabajo tenía que despertarme temprano al siguiente día, así que la deje sola, en una oscura cocina, con el recuerdo de una hija muerta por su culpa y un mundo que se le venía abajo.

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