lunes, 15 de abril de 2013

Mi alarma suena para eso de las cinco de la mañana. El fin de semana había terminado, de vuelta a mi porquería de trabajo, no mencione nada de lo de Ana, lo ultimo que quería era pasarme todo el día en casa, por más que me molestara levantarme temprano no se compararía a estar aquí más tiempo. Cuidar un almacén es mi trabajo. Con los años comprendí que no hay un mondo de riquezas y glamour para alguien que ni siquiera terminó la preparatoria; no creo que tantas borracheras y libertades pasadas valgan mi miseria actual. Para las cinco y media ya estoy bañado, afeitado y cambiado. Años de experiencia me ayudaron a combatir cualquier resaca; dos Aspirinas, una ducha fría y algo de jugo de naranja. Eso ultimo fue consejo de mi madre. Básicamente jugo y pan tostado fueron mi desayuno, la cocina era un desastre, opuesta a como la vi anoche,  y solo había una explicación: Susana explotó (emocionalmente, claro está). Ella había llorado y estado triste, pero estaba actuando demasiado fuerte, algo nada normal para una madre en esa situación, me alegra que se haya desahogado.
De camino al almacén pase por la primaria de Ana como de costumbre, no pude evitar que brotaran las lagrimas.

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