martes, 9 de abril de 2013

-Hey- me dice Carlos, mirándome con pena. -¿Están bien?-. Yo me limito a asentar con la cabeza. -Lamento lo que paso, cualquier cosa que necesites, enserio, cualquier cosa, solo dímelo-. No me caería mal una dosis, pero en su cara veo que no está muy bien, no quiero provocar una sobredosis, otra muerte en este edificio es lo ultimo que quiero, -Estoy bien, pero hazme un favor, deja eso- el sabe a lo que me refiero, trato de ser discreto porque Laura, la mujer que vive en la casa de enseguida, una pequeña casa, bastante vieja y maltratada; sí algo caracterizaba a esta señora mayor es que siempre estaba en la acera, en una mesedora, cuidaba tanto sus plantas que seguro pasaba más de doce horas del día: viéndolas, regándolas, podando cada pequeño rosal. Su casa podría ser una ruina deprimente, pero su jardín era como el de pocos.
Carlos se aleja por el lado de Laura dándole una fea mirada, ella se asusto, como podría defenderse una señora de tal edad contra un joven con altas cantidades de alucinógenos en la sangre, no le tome importancia  , pues me pareció una reacción natural. me senté en los escalones del pórtico por más de una hora, no creo que haya llegado a las dos horas, pero quien sabe; Cuando iba entrar al edificio veo que Laura sale, estoy por girar la perilla de la puerta y escucho mi nombre: -Jose Luis-. Volteo y veo a Laura algo nerviosa. -¿Qué pasa?- contesto casi sin interés, por simple cortesía. -Veras...- balbucea -Hey, Jose Luis- grita Carlos desde la otra acera. Entonces al voltear de nuevo a Laura veo como regresa a su casa, Carlos se quedo viendo hasta que ella entro, le agradezco mentalmente a Carlos, no  estaba de humor para aguantar las platicas interminables de una anciana. Entro a mi casa y suena el teléfono, contesto: -¿Bueno?-. -Hola, soy yo Sara- después de esa respuesta se escuchan varios tosidos bastante enfermos, de esos que deben de deshacer la garganta. -Hola tía- contesto.

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