sábado, 30 de marzo de 2013

José Luis- oigo desde abajo, -ven por favor-. mi madre me pide. Me pongo a recordar porque me llamo así, mi madre me confesó en una de nuestras tantas borracheras ya hace algunos años, que me nombro así por su mejor amigo de joven, el único hombre que en verdad la amó en un momento, que veía sobre ella antes que por el mismo, y al que le destrozo el corazón cuando no pudo verlo de otra manera más que de un amigo. Mientras bajaba los catorce escalones que tenían las escaleras, solo catorce, que parecían eternos en ese momento por la lentitud en la que los recorría, examiné la relación que he llevado con mi madre estos últimos años, solo somos amables el uno con el otro en las tragedias, y solo tenemos en común nuestro gusto por el alcohol.
De nombre susana, con el cabello rizado y castaño, una nariz que si no era grande o fea, era uno de sus rasgos que más la distinguían, unos ojos color café, y una actitud depresiva era como se describía perfectamente a mi madre; yo pues puedo asegurar que saque su nariz, cabello el oscuro y ondulado, ojos bastante oscuros, pero lo que más me familiariza con ella es mi actitud deprimente, mi adoración por la autodestrucción y nuestra arrogancia, símbolo ancestral de la familia ortega. Ana, la pequeña, a la cual yo le llevaba quince años de diferencia era lo que evitaba que nosotros nos arrancáramos la cabeza en cada discusión, discusiones sobre cuando tendré empleo, si ella pensaba limpiar la casa alguna vez y cosas que cualquier familia discute, pero cuando ella estaba en la habitación todo era tranquilo, pero no porque fingiéramos que todo estaba bien, sino porque ella nos motivaba a hacer mejor las cosas, era tan tierna que cuando mi madre de cansaba al limpiar, tomaba la escoba que casi le doblaba la altura y la sacudía sin ayudar en nada, pero sentía muchas más fuerzas, o eso me dijo mi madre cuando estábamos bebiendo en su honor anoche. Ana, no sé si exista un cielo, la verdad es que llevo mucho tiempo pensando en que no, pero ahora espero que si, porque quiero volver a verte.

                                                                                                                     -Ricardo E.

miércoles, 27 de marzo de 2013

Subí las escaleras para entrar a la que hace algunos años fue mi habitación, me pare junto a la ventana abierta para fumar un cigarrillo, mi madre creía que lo había dejado hace unos meses, y así era, pero con estos últimos sucesos no veía como un problema el fumar. aun así no quería decepcionar a mamá, no ha dormido bien estos dos días, creo que no ha dormido nada. hace una hora o dos llegamos del funeral de mi hermana pequeña, Ana.

                                                                                                              -Ricardo E.